Si hasta quien tiene plaza fija teme el futuro, algo cruje. La narrativa no paga facturas; la realidad sí.
Cuando la bata blanca también tose
Iba por colesterol. Salí con miedo al corralito.
Consulta rutinaria. Mi médica, con su bata inmaculada y plaza para toda la vida, me pregunta por lo mío y, sin venir a cuento, suelta que está harta. No de los pacientes. Del país. De la deriva. De la sensación de que nadie pilota.
No era un mitin. No había siglas. Solo el cansancio de quien ve cómo se cuartea lo que parecía sólido. Y entonces entendí: si hasta el privilegiado se inquieta, el problema ya no es individual. Es estructural. Y viene a por todos.
Ser agorero es higiene mental
Hace años que lo huelo: algo se quema. Me han llamado agorero, cenizo, alarmista. Y lo acepto. Prefiero ser el que avisa antes del derrumbe que el idiota sonriente que aplaude mientras se cae el techo.
Sin embargo el diccionario está para algo, y agüero es una palabra que representa el desprecio de la ciencia a la intuición humana, como fuente de conocimiento.
No quiero tener razón. Quiero que esto se corrija. Pero para eso, primero hay que dejar de drogarse con cuentos y mirar de frente: sí, esto va mal. No, no es culpa del vecino.
Narrativa vs realidad: tu VISA no vota
Nos gobiernan los relatos. La gente vota emociones y postea etiquetas, pero mientras tanto:
- La deuda crece.
- Las listas de espera se disparan.
- Los intereses de come el futuro.
La narrativa es un calmante. La realidad, una úlcera.
Puedes gritar “fascista” o “progre”, pero eso no cambia tu cesta de la compra. El enemigo no es la mentira política: es la mentira que tú eliges creer para no asumir que te están desplumando.
Kit de supervivencia
No escribo esto para gustar. Escribo porque llevo desde los dieciséis entrenando para sobrevivir a este circo:
- Estudiar cada día.
- Gastar poco.
- Ahorrar más.
- Invertir con cabeza.
No me lo enseñó ningún coach. Lo vi en los pocos sensatos que los escuchaban como si fuesen mentores de verdad, no gurús de feria. Y aprendí a imitarlos en silencio, mientras los demás se reían.
Me lo enseñó la realidad. Esa que no perdona errores y no acepta excusas.
¿Y ahora qué?
- Recalibra tu brújula.
Cierra Twitter. Abre Excel. - Observa a los que no deberían quejarse.
Si hasta el blindado se asusta, tú corre. - Construye reservas reales.
Familia, comunidad, salud, ahorros. No likes. - Muévete.
La queja sin acción es el nuevo opio del pueblo.
“La realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ella, no desaparece.” —Philip K. Dick
Y si hasta el médico nota el humo, no esperes a que arda el techo para buscar la salida. Los relatos no alimentan. La realidad cobra al contado, y sin anestesia.
Este sapo llegará en un abrir y cerrar de ojos,
«TRAGANDO SAPOS»
