El piso compartido como reflejo de la economía de España que va como un cohete.
Imaginemos un piso compartido donde viven tres trabajadores mileuristas. Cada uno aporta 1.000 € al mes: el «PIB» de ese hogar es de 3.000 € mensuales. Ahora, deciden comprar literas financiadas con un préstamo y meter tres personas más, también mileuristas. Ahora el «PIB» del piso es de 6.000 €. ¡Fantástico! Un crecimiento del 100%. ¿Pero es realmente una casa de ricos? ¿O simplemente más poblada, endeudada y congestionada?
Esta analogía ilustra con claridad lo que está ocurriendo en la economía española.
Evolución del PIB y de la población en España (2018-2025)
Entre 2018 y 2025, el Producto Interior Bruto (PIB) de España ha crecido en términos nominales de forma importante, impulsado por el repunte del turismo, el consumo y las políticas fiscales expansivas. Sin embargo, durante ese mismo periodo, la población también ha crecido de manera significativa (+5,36 %), y la deuda pública ha aumentado en torno a un 15,9 %.
El espejismo del crecimiento sin mejora per cápita
El problema no es que el PIB crezca, sino que ese crecimiento:
- No se traduce directamente en mejora del PIB per cápita real, ajustado por inflación.
- Se apoya en crecimientos poblacionales y deudores, no en aumentos de productividad o salarios reales.
- Se concentra en sectores como el turismo, con salarios bajos y alta temporalidad.
Así, aunque el «piso» (España) genera más dinero en conjunto, cada «habitante» no necesariamente vive mejor. Algunos incluso están peor: con menos espacio, más costes y peores servicios.
La percepción ciudadana: el indicador de la economía de España que no engaña
Los ciudadanos sienten esta paradoja: mientras el Gobierno o los medios informan sobre el «crecimiento económico», muchos trabajadores no notan mejoras en su calidad de vida. Este desfase alimenta:
- Desconfianza hacia las instituciones.
- Frustración social y polarización.
- Cuestionamiento del modelo económico vigente.
Más allá del PIB
Para que el crecimiento sea verdaderamente sostenible e inclusivo, debe reflejarse en:
- Mejora del PIB per cápita real.
- Aumento de salarios reales y reducción de la precariedad.
- Disminución de la deuda pública relativa.
- Inversión en capital humano y productividad.
Volviendo al piso compartido: el verdadero progreso no es meter más literas, ni llenar el hogar de más personas endeudadas. Lo deseable sería que cada trabajador pudiera acceder a su propio piso, en propiedad, en una zona agradable con transporte público, zonas verdes, centros educativos y sanitarios de calidad. Esa es la vivienda que merecen los ciudadanos. Esa es la economía que merece España.
«TRAGANDO SAPOS»

1 comentario
1. El matrimonio roto entre cifras y sentimientos
Aunque el PIB crezca, la gente suele no notarlo. Se dibuja una brecha creciente entre lo que dicen los datos macroeconómicos y lo que vive la ciudadanía, una paradoja cada vez más cruda.
2. La ilusión del bienestar
El PIB no mide si los bolsillos llegan a fin de mes. Mide producción, consumo, inversión… pero no reparte riqueza ni socializa servicios públicos. El resultado: un crecimiento que se siente hueco.
3. Productividad anquilosada, empleo débil
Se tira del carro con más trabajadores, no con más eficiencia. En España, el crecimiento hasta ahora (≈3 % anual) ha venido por sumar empleo (incluso inmigración laboral), pero la productividad se estanca. ¿De qué sirve crecer si no somos más eficientes?
4. Los perdedores de la fiesta
La clase media, al contrario de lo que pregonan los titulares, resiente stagnación de salarios reales y carece de acceso a una vivienda digna. Igualdad: ausente. Historia de un crecimiento que sólo señala triunfadores puntuales.
5. La trampa de la percepción
Aunque el PIB suba un 3 %, la confianza del consumidor y las expectativas empresariales languidecen
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. Y como se retraen de gastar, el crecimiento se puede convertir en una jaula de oro.
6. ¿Hacemos eco de una maquinaria sin impacto?
Ese crecimiento “frío” no se acompaña de inversiones productivas ni transformación del modelo. Nuestros retos: apostar por I+D, vivienda, capital humano, reformas estructurales… o seguir repitiendo el discurso de aparente “prosperidad”.
El artículo plantea una afrenta directa al relato oficial: crecer solo importa si llega al ciudadano. Todo lo demás es flor de un día. Y mientras el PIB suba pero la sensación popular no cambie… mala cosa.