De momento el tango de Milei se mantiene el top, veremos el rock de Trump.
Un año después: Milei contra todo pronóstico
Hace apenas un año, el “loco” Javier Milei tomaba el timón de una Argentina devastada por décadas de clientelismo, inflación y un Estado que solo sabía engordar a costa del ciudadano. Desde el extranjero, las élites económicas se rasgaban las vestiduras: «va a hundir el país», «es un experimento suicida», «un peligro para la democracia». Ciento ocho economistas internacionales firmaban un manifiesto contra el loco, entre ellos el Pikety, el guay. Medios y analistas se alineaban en una crítica tan férrea como predecible, habían manifestaciones en Buenos Aires y en Madrid, lo de de aquí nunca lo entendí.
Pero la realidad ha desmentido a los profetas del desastre:
- La inflación, que era de 211% anual, se redujo al 66% en febrero de 2025.
- La pobreza bajó del 53% al 38%.
- El Estado volvió al superávit por primera vez en 14 años.
Y los “prestigiosos” economistas, ahora, guardan silencio. Curioso.
Trump repite el patrón: reformas, recortes y furia mediática
Hoy el blanco de todas las críticas es Donald Trump. “El malvado Trump”, dicen con tono de sermón los mismos que callaron ante años de empobrecimiento de la clase media estadounidense. Ha vuelto con un plan económico que sacude el tablero:
- Aranceles a importaciones para defender la industria nacional.
- Reducción del gasto público improductivo: cierre de agencias y despidos masivos.
- Bajada del IRPF y del impuesto de sociedades.
Pero de esto apenas se habla. Los titulares prefieren pintarlo como un tirano con delirios comerciales, no como un presidente que está intentando rescatar la soberanía económica y la clase trabajadora de su país.
¿Y los expertos? Callados cuando no les conviene
¿Dónde están ahora los expertos? ¿Dónde los premios Nobel? , y ¿Dónde los analistas de grandes bancos? Callados. Otra vez.
Porque el éxito de Milei les ha dejado en evidencia. Porque Trump, con sus reformas, podría dejarlos otra vez en ridículo. Y porque, en el fondo, no temen por el pueblo… temen por su influencia, sus intereses, sus redes de poder.
Lo que realmente molesta: cortar el chorro del gasto improductivo
Ni Milei ni Trump son agradables al establishment. Y no lo son porque han osado poner en cuestión lo que nadie antes se atrevía:
- ¿Por qué financiar estructuras ineficientes?
- ¿Por qué premiar la mediocridad con subsidios eternos?
- ¿Por qué sostener a los que no producen a costa de los que sí lo hacen?
Las respuestas incomodan. Y los que viven del sistema, lo saben. Por eso, cada vez que aparece alguien que amenaza con cerrar el grifo, lo tachan de loco, de populista o de fascista.
¿Por qué nuestros líderes no defienden al ciudadano?
Quizá las preguntas más incómodas sean:
¿Por qué nuestros propios políticos no hacen lo mismo?
¿Por qué no bajan impuestos?
¿Por qué no reducen ministerios inútiles?
¿Por qué no atacan la burocracia parasitaria que lastra la productividad y oprime al contribuyente?
Tal vez porque no quieren.
Tal vez porque no pueden.
O tal vez porque son parte del mismo sistema que Milei y Trump están desafiando.
En mi opinión es porque saben es el fin de la gran estafa, y ellos son los estafadores.
Y mientras tanto en España, ¿qué ha hecho China con nuestros sectores productivos?
Conviene recordar, aunque moleste: la apertura acrítica al low cost ha arrasado con nuestras industrias.
- El calzado, hundido.
- El textil, desmantelado.
- El mueble, deslocalizado.
- Las pequeñas fábricas familiares, ahogadas por productos que cruzan medio mundo para venderse aquí más baratos que su coste real.
Todo ello, a cambio de deuda pública, paro estructural, y una economía cada vez más dependiente. ¿Dónde estaban entonces los guardianes del libre comercio? ¿Dónde las lágrimas por nuestras fábricas cerradas? Callados. Como siempre.
Dentro de un año, hablamos. Pero si Milei nos enseñó algo, es que cuando todos gritan que el cambio es imposible, es justo cuando está más cerca.