La inflación real, el colapso del Estado del bienestar y de la ilusión de ser ricos, el hundimiento de las pensiones y el espejismo del subsidio perpetuo llevan a una sociedad anestesiada hacia el verdadero objetivo: no tendrás nada y serás feliz.
El pacto silencioso que firmamos con el Estado
Durante décadas, los ciudadanos españoles —y europeos en general— han votado masivamente por el estatismo. No es una opinión, es un dato electoral. Han preferido gobiernos que prometen protección, ayudas, subsidios, jubilaciones garantizadas y servicios gratuitos. A cambio, solo se exigía una cosa: obediencia fiscal y silencio.
Renunciamos a ahorrar para nuestra vejez. Confiamos en que el sistema, ese tótem omnipotente, nos mantendría cuando llegara la hora. Como si fuera lógico que los jóvenes de mañana —menos numerosos y más precarios— mantuvieran a los jubilados de hoy. Un juego de suma cero. O peor: de deuda infinita.
La realidad nos va a golpear… y con fuerza
Espero estar equivocado. Pero los números no mienten. Si durante cinco años se mantiene una inflación real del 7% (la que notamos, no la que maquillan), el empobrecimiento será brutal:
Cálculo de pérdida acumulada en 4 años al 7% de inflación real:
(1 - (1 / (1 + 0.07)^5)) \times 100 \approx 40.25\%
En solo cinco años, tu dinero valdrá un 40% menos. Es decir, que si tu sueldo es 1.000€/mes vivirás como si cobraras 712€.
Y eso siendo optimistas, porque muchos productos básicos han subido entre un 30% y un 50% solo en los últimos dos años. El pan, la leche, la luz, los alquileres. Lo sabes. Lo sufres.
Y lo peor: los salarios públicos y las pensiones no podrán actualizarse a ese ritmo.
Las empresas privadas débiles, sobre todo las pequeñas, empezarán a caer en cadena. Como fichas de dominó. Y la automatización, la IA y la globalización harán el resto. Lo que hoy haces, mañana lo hará una máquina.
El nuevo contrato social: pan, circo y servidumbre alquilada
Esto no es casual. Es estructural. Es sistémico. Y no es conspiración: es estrategia.
El nuevo modelo de sociedad ya está definido. Y tiene nombre: el sueño húmedo de Davos.
Así, en voz baja, se va construyendo ese ideal:
- No casa: alquileres perpetuos.
- No propiedad: suscripciones por todo.
- No seguridad: subsidios mensuales para sobrevivir, no para prosperar.
- No familia fuerte: atomización individual, miedo al compromiso.
- No cultura elevada: entretenimiento rápido, barato y adictivo.
¿Resultado? Gente anestesiada, entretenida, agradecida por las migajas. Como mascotas del poder. Felices de recibir “ayudas” del mismo Estado que los empobrece con impuestos, inflación y normas asfixiantes.
Tras el colapso del estado del bienestar vendrá otra cosa, se parecerá a una película distópica.
¿Y ahora qué?
Yo llevo años preparándome. Desde joven. Y no desde el miedo, sino desde la convicción de que esto iba a estallar. Tengo mi estrategia, mis planes, mis reservas. Pero incluso así, no sé si resistiré.
¿Aguantaré? ¿O sucumbiré también?
Ojalá me equivoque, pero que viene es muy duro. Pero no inevitable.
El sistema no se sostiene. El colapso del estado del bienestar está a la vuelta de la esquina. Lo sabes tú, lo sé yo, lo sabe incluso quien lo defiende. No hay dinero. No hay reemplazo generacional. Nuestra productividad es insuficiente. Solo queda inflación, deuda, mentiras y manipulación emocional.
Y la única salida real empieza por una pregunta incómoda:
¿Vas a esperar que te rescaten? ¿O vas a empezar a rescatarte tú mismo?
Ese sapo nos va a costar tragar..
«TRAGANDO SAPOS»
