Eso dijo un sobrino mío, solemne, con once años y cara de revelación. Quería decir “alabado sea el Niño Jesús”, pero lo que salió fue eso: «¡Embalado sea el Niño José!»
Las carcajadas fueron inmediatas, claro. Yo el primero.
Pero después de reírme, hice lo que hay que hacer cuando la vida te suelta una de esas joyas: pagué cinco euros por los derechos de autor. El copyright de la frase ya es mío. Ahora bien, mi sobrino es un crack, tiene frases y palabros para una amplia gama de temáticas.
Porque esta perla no es solo graciosa. Es reveladora. Es un resumen perfecto de dónde estamos.
Mi sobrino no ha pisado una catequesis. Nadie le ha hablado nunca del ángel Gabriel, del pesebre o de los pastores. Pero ha crecido en una sociedad empapada hasta la médula de raíces cristianas.
Vive en un mundo que ha reemplazado la adoración por el embalaje. Lo que se celebra ya no es el milagro, sino el unboxing.
Tiene toda la lógica “Embalar” le suena más que “alabar”. ¿Y cómo no? Si lo que más ve en su día a día es cartón y precinto. Todo viene empaquetado, protegido, aislado, envuelto en capas de plástico burbuja.
También nosotros. Nos embalamos para no sentir. Nos protegemos con sarcasmo, con ruido, con cinismo. Y nos vendemos como productos, nos enviamos mensajes, nos repartimos en cajas. ¿Qué va a saber él de alabanza si se insulta más que se reza?
Y lo de «Niño José»… pues claro. Tiene lógica para él. Jesús y José suenan parecidos, y hoy en día llamarse como tu padre tiene sus ventajas. ¿Qué más da? Si nadie distingue ya entre el hijo, el padre o el espíritu de Amazon.
Una sociedad agnóstica.
Su frase es un acto de fe involuntario, de una sociedad no cree de la misma manera, pero cree. Es teología postmoderna, tan pura y sincera como el barro en el que nacimos. Y por eso merece ser viral.
Porque a veces los niños, sin saberlo, dicen verdades que los adultos ya no se atreven a pronunciar. No por ignorancia, sino por falta de costumbre.
Así que ya sabéis, estas Navidades, nada de “Feliz Navidad” hipócrita ni “espíritu navideño” de anuncio de turrón.
Este año lo que toca es gritar con orgullo:
¡EMBALADO SEA EL NIÑO JOSÉ!
Y quien tenga oídos… que escuche.