Bruselas vuelve a indignarse. Esta vez porque Estados Unidos amenaza con imponer aranceles del 20% a sus exportaciones. El culpable, cómo no, es Trump. Otra vez. Otra embestida contra el “orden multilateral” y las reglas del juego limpio. Y otra bofetada al proyecto europeo.
Lo curioso es que, en este teatro, la UE sigue representando el papel de víctima… cuando lleva décadas actuando como lo contrario.
Porque Europa no es adalid del libre comercio, sino la campeona olímpica del proteccionismo elegante. No lo llama así, claro. Lo llama “normativa armonizada”, “control de calidad”, “seguridad alimentaria” o “sostenibilidad regulatoria”. Pero el resultado es el mismo: levantar muros disfrazados de legislación técnica.
Por eso resulta tan cómico (o patético) escuchar a los comisarios comerciales lamentarse por los aranceles americanos, cuando la propia UE vive de los suyos: grava a quien entra, restringe a quien no se adapta y expulsa a quien no cumple su manual de estilo.
La última escena de esta tragicomedia: Europa quiere aranceles
EE.UU. firma un acuerdo con el Reino Unido para establecer un arancel fijo del 10% en sectores clave. Londres, desesperado por cerrar pactos post-Brexit, acepta sin rechistar. Y Bruselas pone cara de dignidad ofendida.
“Nosotros aspiramos a algo mejor”, dicen.
Pero lo cierto es que no pueden aceptar las condiciones de Washington, no por valentía política, sino porque se rompería su andamiaje fiscal.
Estados Unidos exige una exención del IVA europeo. Y eso es inasumible. Porque si algo tiene Europa, además de burocracia, es hambre de recaudación. El IVA es la piedra angular de su modelo fiscal. Renunciar a él equivaldría a amputarse la pierna para no parecer cojo.
Así que no habrá acuerdo fácil. Y probablemente tampoco uno difícil. Solo largas negociaciones, amenazas cruzadas, represalias retóricas… y al final, una cesión parcial con otro nombre.
Mientras tanto, seguiremos creyendo que Europa defiende el comercio justo, cuando en realidad defiende su comercio, y punto.
El resto es teatro. Con telón, aplausos… y taquilla arancelaria.
«TRAGANDO SAPOS»
