La ilusión de participación: cuando votar es elegir entre decorados

por Abel Marín
ilusión de votar

La democracia se ha convertido en una ilusión donde el votante no entiende lo que vota y el elegido no está preparado para gobernar.

Cada cuatro años nos invitan a participar en la gran fiesta de la democracia. Se agitan las banderas, se llenan las plazas y se repite el mantra: tú decides.

Pero vamos a decirlo claro: no decidimos nada.

Votar sin saber, elegir sin entender

Nos exigen que votemos sobre sanidad, industria, economía, agricultura, geopolítica, energía… como si ser ciudadano implicara ser experto en todo. Pero no lo somos. Y no porque seamos idiotas, sino porque es imposible.

La sobrecarga de información, el ruido mediático y la polarización emocional hacen que el acto de votar se convierta en algo simbólico, casi ritual. Elegimos sin saber. Opinamos sin datos. Y nos sentimos poderosos por hacerlo.

El gran engaño: tampoco gobiernan los que saben

Lo más grave no es que el votante no entienda. Lo más grave es que tampoco lo hace quien gobierna.

El sufragio pasivo —la posibilidad de ser elegido— ha dejado de premiar la preparación o la experiencia. Hoy el político que asciende no es el más capacitado, sino el más dócil. El que no molesta. El que se deja poner a dedo.

Así, el sistema termina siendo gobernado por mediocres que no conocen al votante ni el terreno que pisan. Gestores inadecuados que administran un país como quien lleva un club de fans: con lealtad emocional y eslóganes vacíos.

Democracia de escaparate

Lo que tenemos no es una democracia funcional, sino una democracia escenográfica. Cambian los actores, pero el guion no se toca. Elegimos entre decorados, no entre modelos reales de sociedad.

Mientras tanto, las decisiones cruciales —económicas, estratégicas, jurídicas— se toman en despachos opacos, organismos internacionales o comités técnicos inaccesibles. Allí donde no entra ni el votante, ni su supuesto representante.

El papel la ilusión del votante: espectador con derecho a aplauso

Nos hacen sentir protagonistas, pero solo jugamos el papel que nos asignan: el del espectador con derecho a voto. Aplaudimos, abucheamos, compartimos memes. Pero no escribimos el libreto. Ni decidimos el final.

Y lo aceptamos porque nos da la sensación de pertenecer. Porque preferimos la ilusión de elegir antes que la angustia de darnos cuenta de que no mandamos nada.

¿Qué hacer? Pensar fuera del tablero

No se trata de dejar de votar. Se trata de no tragarse el relato. De entender que la participación real exige más que una urna: exige conocimiento, responsabilidad y, sobre todo, sospecha permanente.

Porque una democracia sin pensamiento crítico es solo un decorado más. Bonito en las fotos. Inútil en la vida real.


SI NO ERES CAPAZ DE PENSAR DE FORMA CRÍTICA SEGUIRÁS

 «TRAGANDO SAPOS»

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2 comentarios

Pablo Expósito 14 de junio de 2025 - 15:50

Hola Abel. Te sigo desde Linkedin de forma puntual. Tampoco me gusta «perder» mucho el tiempo en RRSS, aunque Linkedin tiene ciertas diferencias con las digamos tradicionales. Pero sobre todo me gusta el enfoque y la visión que trasladas y transmites de las distintas situaciones que vivimos hoy en día, especialmente en lo político y en quienes nos gobiernan o más bien desgobiernan. No sé si en Valencia existe algún tipo de grupo, club o similar donde se aborden digamos tipo debates, temas diversos de pensamiento desde un punto de vista crítico, pero desde la diversidad de puntos de vista y siempre desde el respecto y la aceptación de que podemos y debemos pensar como decía de forma diferente o coincidente también, claro. Veo que por tu perfil de profesional y como dices de librepensador puedas saber si existe algo en esta línea. Agradecido si me respondes.

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Abel Marín Riaguas Pensamiento del Día
Abel Marín 15 de junio de 2025 - 09:15

Infinitas gracias por tu valoración. De verdad. Mi blog es un rincón modesto, sin más pretensión que decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a escribir. Si algún día sirve para algo más que para remover conciencias, bienvenido sea. Pero ya con eso, me doy por satisfecho.

En mi opinión profeso el escepticismo casi visceral hacia los grupos de debate. La mayoría están lastrados por el sesgo ideológico de quienes los montan, lo que acaba generando un ecosistema de autocomplacencia donde todos asienten, se dan la razón y se aplauden.

Es decir, un círculo masturbatorio de opiniones que no se confrontan con la realidad ni con el disenso. Estéril. Soliloquios de gente que no busca entender, sino escuchar su propia voz amplificada.

Mi propuesta: formar un pequeño comando informal de librepensadores, con espada afilada y verbo certero, dispuestos a irrumpir en esos akelarres intelectuales donde reina el dogma. No a destruir, sino a incomodar con preguntas afiladas, argumentos sólidos y un espejo limpio que obligue al ponente a mirarse sin filtros.

Si te parece, podemos dar el primer paso. Buscamos unos cuantos inconformistas más, nos coordinamos, elegimos el foro adecuado… y vamos a tensar el músculo del pensamiento crítico donde más falta hace.

¿Te animas a armar esa primera escaramuza dialéctica?

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