La UCO ha hecho su trabajo: ha destapado una red clientelar de comisiones, amaños y poder repartido como si el PSOE fuese una empresa familiar, o una banda criminal, presuntamente. El número tres del partido, Santos Cerdán, ha entregado su acta. No por dignidad, sino porque la cosa huele a cárcel.
Pero lo que debería escandalizar no es solo la corrupción. Es el silencio social. Es ver a tantos ciudadanos, incluso ahora, repetir el disco rayado de “cuidado con la ultraderecha” mientras su partido se convierte en una mafia con siglas.
Votantes y palmeros
Aquí no hay inocentes. Porque mientras los medios callan, muchos votantes siguen justificando. “Mejor esto que los fachas”. Esa es la coartada moral. La única. Y ya huele.
Porque lo que estamos viendo no es un caso aislado. Es un patrón. Y los que siguen defendiendo a esta banda con la excusa del antifascismo son cómplices. Por ciegos, por sectarios o por paniaguados. Porque entre tanto ciudadano harto de verdad, aún hay demasiados que viven de la mentira. De los contratos públicos. De los chiringuitos. De las subvenciones.
Justicia, pero de verdad
La UCO ha tirado del hilo. Pero ahora le toca a la Justicia. ¿Dónde están las órdenes de prisión provisional para Ábalos, Cerdán, Leire Díez, David Sánchez, Begoña Gómez? Son ciudadanos, como tú y como yo. Pero con mucho que ocultar.
Y aquí es donde el sistema se protege. Porque Pedro Sánchez, el auténtico capo, está aforado. Y eso lo blinda. Por ahora.
La pregunta no es si caerá. Es cuántos van a cantar antes. La banda criminal (presunta) es extensa. Y cuando uno caiga, empezará la música, y alguno cantará la canción de Aldama.
Elecciones en agosto: último truco
Si Sánchez convoca elecciones en agosto, será su última trampa. Buscará la abstención, el hastío y el miedo. Y lo hará con el apoyo de una prensa dócil, de votantes zombies y de un sistema institucional que prefiere la parálisis a la verdad.
Pero lo que está en juego no es solo quién gobierna. Es si aceptamos que España sea un régimen de partidos mafiosos. O si de una vez decimos basta.
«TRAGANDO SAPOS»
