Vale, el robot que pone baldosas no reforma cuartos de baño. Todavía. Es diferente.
Pero eso no es lo importante. Lo importante es que tú tampoco sabes reformar un baño.
Pero ni sabes bien…
- servir una mesa.
- levantar un tabique.
- instalar una tubería.
- Ni hacer nada que no implique un teclado, una reunión absurda o un informe que nadie leerá.
¿Te das cuenta del problema?
Mientras seguimos imaginando que el apocalipsis laboral llegará cuando los robots levanten casas completas, la realidad es que ya han empezado a despedir humanos que solo saben mover papeles.
Y a esos no los sustituye un albañil. Los sustituye una IA. O peor: un Excel con macros.
Y cuando eso pase (porque está pasando),
¿a dónde van esos 900 trabajadores de oficina que se quedan en la calle? ¿A qué se reenganchan? ¿Cuántos de ellos podrán o querrán aprender un oficio físico, útil, concreto?
¿Pocos? No lo creo, hay que comer.
Y entonces empieza la verdadera competencia entre humanos.
No entre el albañil y el robot. Sino entre el antiguo administrativo, el ex community manager y el exanalista de datos junior que ahora buscan un sitio donde seguir siendo necesarios.
Y ese sitio será el que aún no haya sido devorado por la automatización.
Es decir, el barro, el calor, el polvo, el tornillo, el mostrador, la cocina, el fregadero.
Y ahí, o sabes hacer algo, o estás fuera.
Yo, por ejemplo, sé redactar demandas. Pero también he servido platos, descargado camiones, vendido pan y repostería puerta a puerta (cierto, eh!). Tengo plan B, C y D. Y eso, hoy, vale más que un máster en habilidades blandas.
Porque en esta nueva era, no compites contra el robot. Compites contra tu vecino, contra tu cuñado y contra ti mismo, a ver quién se adapta antes.
Y si aún crees que lo tuyo es diferente…
…vas más listo que ayer.
«TRAGANDO SAPOS»
