Vivimos bajo un gobierno que, lejos de defender la democracia, ha perfeccionado el arte de gobernar de espaldas al pueblo. El abuso del Real Decreto para la censura de los influencers, una herramienta que debería ser excepcional, se ha convertido en su modus operandi. En lo que llevamos de año, ya vamos por el Real Decreto número 444. Mientras el Parlamento, que debería ser el centro de la soberanía popular, apenas ha aprobado 7 leyes. Y llevamos dos años sin Presupuestos Generales del Estado.
Este desequilibrio no es un error administrativo, es una estrategia premeditada para evitar el debate, el escrutinio público y cualquier forma de disenso. Y ahora, este gobierno antidemocrático ha encontrado un nuevo objetivo: los influencers. Un colectivo diverso que se ha convertido en una voz poderosa y, para muchos, en un contrapeso al discurso oficial.
¿Cómo pretende el Real Decreto la censura de los influencers?
El Real Decreto propuesto busca regular el contenido de los influencers bajo la excusa de evitar la desinformación, controlar el impacto en los consumidores y «proteger» la sociedad de mensajes perjudiciales.
Sin embargo, esta regulación va mucho más allá de la protección del consumidor. Es un intento descarado de silenciar a quienes no comulgan con la narrativa oficial.
Bajo el paraguas de la corrección política y la protección de la ciudadanía, el gobierno pretende:
- Controlar el contenido en redes sociales. Exigir que los influencers informen previamente de sus publicaciones a organismos reguladores, lo que no solo vulnera la libertad de expresión sino que fomenta la autocensura.
- Establecer sanciones desproporcionadas. Las multas económicas previstas son tan elevadas que podrían arruinar a los creadores de contenido independientes, dejando espacio solo para aquellos que repitan el discurso aprobado.
- Concentrar el poder en manos del gobierno. Esta regulación otorga al Ejecutivo la capacidad de decidir qué contenido es aceptable y qué no, anulando el debate abierto en el ámbito digital, que es hoy uno de los pocos espacios verdaderamente libres.
El abuso del Real Decreto: democracia en jaque
El problema no es solo el contenido de este decreto, sino la forma en que se está implementando. Gobernar a golpe de decreto es gobernar sin democracia. Cada Real Decreto es una decisión tomada al margen del Parlamento, sin debate, sin consenso y sin representación.
El dato es demoledor: 444 reales decretos frente a solo 7 leyes aprobadas por el Parlamento en lo que llevamos de año. Esto no solo refleja un desprecio por el proceso legislativo, sino también una intención deliberada de consolidar el poder en el Ejecutivo. Normalizando el denilitamiento las instituciones democráticas y eliminando cualquier posibilidad de control parlamentario.
Una amenaza para la libertad de expresión
Los influencers representan una diversidad de opiniones que no siempre están alineadas con el discurso oficial. Son, en muchos casos, voces críticas que cuestionan narrativas impuestas. Este Real Decreto no busca proteger al consumidor ni garantizar información veraz. Por tanto, busca amordazar y amenazar a quienes aún tienen la capacidad de influir fuera de los canales controlados por el gobierno.
Hasta yo mismo digo que es un Real Decreto que no cesura a los influencers, sino que es un paso más allá. Es amenaza, coacción y persecución.
La libertad de expresión, recogida en el artículo 20 de la Constitución Española y el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, está siendo vulnerada de manera flagrante. Regular las redes sociales con sanciones desproporcionadas y mecanismos de control directo no es proteger a la ciudadanía, es censurarla.
Una democracia en peligro
El Real Decreto para controlar a los influencers no es más que una pieza más en el engranaje de un sistema que cada día se aleja más de la democracia. El abuso de esta herramienta legislativa, unido a las políticas erráticas y represivas, demuestra un claro intento de consolidar un gobierno autoritario que gobierna sin leyes, sin Parlamento y sin pueblo.
No podemos permitir que se normalice este modelo. El diablo no es democrático pero lo aparenta.
Es hora de exigir transparencia, respeto por los procesos democráticos y una defensa real de la libertad de expresión. Porque cuando silencian las voces independientes, la democracia pierde, y con ella, todos nosotros.
Nota: Sergio, el personaje de la novela Tragando Sapos (lee), estuvo años mirando a otro lado, no denunció la censura, hasta que se convirtió en el perseguido.
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