…acabarás pensando lo que todos piensan. Y eso, en estos tiempos, debería darte más miedo que consuelo. Si solo lees lo que todos leen, pensarás igual que todos. Y eso es justo lo que no necesitas. Reflexiona y recupera tu pensamiento crítico.
Vivimos rodeados de opiniones de segunda mano. Recicladas. Masticadas por tertulianos, influencers y gurús de medio pelo. La mayoría no leen, escanean. No razonan, repiten. No dudan, pontifican. Y claro, cuando uno se atreve a pensar algo que no encaja en el menú del día, el sistema inmunológico de la masa reacciona: grita, insulta, cancela.
Pero lo curioso es esto: yo no insulto, ni crispo.
No voy a decirte lo que tienes que pensar, ni me interesa ganarte con un zasca. Te informo. Te argumento. Quizás te molesto, pero con datos y razones. Y eso, lo sé, jode más. Porque cuando no tienes tripas con las que gritarme, tienes que usar la cabeza. Y ahí la cosa se complica.
Puedes no estar de acuerdo. Faltaría más.
Lo que no me vale es que tu respuesta sea visceral. Que me lances un “facha” o un “rojo” como quien escupe en vez de pensar. Si algo de lo que digo te molesta, revisa si es el tono… o el espejo.
La buena noticia del pensamiento crítico
Si me contraargumentas con fundamento, casi seguro que matizo o cambio mi postura. La primera víctima de mi pensamiento crítico soy yo mismo.
No tengo necesidad de tener razón. Lo que quiero es comprender. A mí no me da miedo pensar distinto. A ti sí.
Así que, si solo lees lo que todo el mundo está leyendo… enhorabuena: piensas como el rebaño. Pero si llegaste hasta aquí, tal vez todavía quede algo de músculo en ese cerebro.
«TRAGANDO SAPOS»
