Los medios tradicionales han perdido la batalla ¿O se han vendido al enemigo?

por Abel Marín
medios tradicionales han perdido la batalla

La verdad incomoda. Incomoda a los políticos, a los activistas de la indignación profesional y, por supuesto, a los medios de comunicación que dependen de subvenciones y favores institucionales para sobrevivir. Los medios tradicionales han perdido la batalla, o quizás han pactado porque no siente que lo suyo es luchar contra el Poder con el arma de la verdad.

No hay periodismo libre cuando la agenda ya está escrita antes de que el redactor toque el teclado. No hay información objetiva cuando la línea editorial impone límites invisibles sobre qué se puede decir y qué no. Y esto no es una teoría de la conspiración: es el día a día de muchas redacciones, donde los periodistas reconocen —en privado, claro— que hay temas intocables, y el resto adulterados con el sesgo de lo políticamente correcto.

La consecuencia de esta censura blanda no se ha hecho esperar: los lectores han huido.

Cuando los medios venden dogmas en lugar de información

Los periódicos y telediarios han dejado de ser fuentes de información para convertirse en púlpitos de adoctrinamiento. Han pasado de contar los hechos a decidir cuáles son los únicos aceptables. Y si alguien osa cuestionar el guion oficial, ahí están los verificadores de «fake news» financiados con dinero público para señalarlo con el dedo.

Pero el consumidor ya no es idiota. O mejor dicho, el 80% de la población no lo es.

Porque sí, siempre hay un 10% de fanáticos a cada lado de la campana de Gauss, dispuestos a tragarse cualquier relato que refuerce sus dogmas. Esos seguirán aplaudiendo la narrativa oficial, sean comunistas, neoliberales, progresistas o conservadores. Pero la inmensa mayoría solo quiere información fiable y contrastada.

Y cuando lo que ven en los medios tradicionales no cuadra con la realidad que viven, buscan alternativas.

El mercado no perdona la mentira

Aquí entra en juego la única ley que los medios no pueden derogar: la del mercado.

  • Si un medio miente, pierde audiencia.
  • Si un medio manipula, pierde credibilidad.
  • Si un medio ignora la realidad, sus lectores buscarán otras fuentes.

Y así es como hemos llegado hasta aquí. Los medios tradicionales agonizan porque no ofrecen el producto que el consumidor espera: información veraz.

Pero claro, mientras haya dinero público de por medio, la batalla continúa.

La burbuja de las subvenciones, la publicidad institucional que significa censura institucionalizada

La solución que han encontrado para no desaparecer no ha sido mejorar su producto, sino pedir más subvenciones y perseguir a quienes ofrecen una versión diferente de los hechos.

¿La audiencia se marcha a YouTube, podcasts y medios independientes? Entonces, en lugar de competir con calidad, mejor etiquetarlos de desinformadores, cerrarles cuentas y silenciarles con excusas burocráticas.

Y así seguimos. Un modelo de medios sostenido artificialmente por dinero público y sostenido socialmente por los que prefieren que otros piensen por ellos. Pero la realidad es tozuda: la gente quiere información libre, y la buscará donde sea.

Los medios que lo entiendan sobrevivirán. Los que no, acabarán como la prensa de partido del siglo pasado: en el cubo de la historia.

Pero, tranquilo, los medios tradicionales han perdido esta batalla antes de empezarla, es lo normal en el Mundo, llevan siglos, pero tuvimos la ilusión de ganarla, solo hay que ver el mapa de la libertad de prensa, para darse cuenta que estamos a un paso de la dictadura Mundial. 

La esperanza está en los ciudadanos libres que con un portátil, con un smartphone, y con una vocación de contar lo que de verdad vemos, oímos y sentimos, podemos seguir dando la batalla.

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