El relato global se quiebra, vienen la confusión y los riesgos. ¿Renaceremos? Crisis y caos como fase previa al nuevo orden mundial.
Estamos en un cambio de era. Pero no es uno de esos cambios ordenados, con traspaso de poderes, discursos solemnes y nuevas reglas claras. No. Esto es un derrumbe.
El viejo relato —el del progreso, la democracia liberal, el libre comercio global— se ha roto. Y no hay otro nuevo listo para ocupar su lugar. Lo que hay es ruido, incertidumbre y fuego cruzado.
La historia no avanza en línea recta. Avanza a trompicones, a golpes de crisis. Y antes de cada reconfiguración, viene una fase de caos. Una especie de purga violenta en la que todo lo anterior se pone en duda y nada está claro aún.
Eso es lo que estamos viviendo.
- EE. UU. ya no lidera, pero aún impone.
- China propone un orden sin libertad.
- Rusia dinamita el tablero sin tener uno propio.
- Europa duda.
- Y los países del sur global, hartos, buscan nuevas alianzas… sin brújula.
En medio de ese panorama, la política se radicaliza, las sociedades se polarizan, las verdades se vuelven relativas y los conflictos ya no tienen final claro. Porque ya no se lucha por ideologías: se lucha por sobrevivir.
El caos actual no es el fin. Pero tampoco es transitorio por sí solo. No va a resolverse sin esfuerzo, sin conflictos, sin redefiniciones profundas. Pensar que “todo irá bien” porque “siempre hemos salido adelante” es infantil.
Lo nuevo no nace solo porque lo viejo se caiga.
Hay que construirlo. Y eso exige una lucidez que ahora mismo escasea.
Así que sí, todo va a ir peor antes de ir mejor.
Pero lo más preocupante es esto:
No hay garantía de que vaya a ir mejor.
A VECES NO PODEMOS EVITAR SEGUIR…
«TRAGANDO SAPOS»
